Cómo pasar del bloqueo al disfrute y a la mejora del rendimiento deportivo.
«Juega como si nunca pudieses cometer un error, pero no te sorprendas cuando lo hagas. Los errores son parte de la vida misma, no podemos escapar de ellos»
Johan Cruyff
Hay deportistas que necesitan sentir la pulsión inequívoca de una competición para rendir al máximo. Ese nervio interior, esa presión y ruido, esa ‘foto finish’ es lo que más desean y lo que más les motiva. Otros deportistas, sin embargo, están hechos de otra pasta. No necesitan una cuenta atrás, un dorsal, una medalla, un público que actúe de juez y parte, una posición en un ranking. Más bien buscan todo lo contrario. Una paz que solo encuentran cuando son ellos quienes se enfrentan a su peor enemigo: ellos mismos (y nadie más).
Podemos decir que hay quienes disfrutan de la competición por encima de todas las cosas y hay quienes, por el contrario, la sufren. No renuncian a ella, porque aman (todos lo hacen) su deporte más que a nada en el mundo, pero no lo hacen de buen grado. No con la confianza y emoción que los del primer grupo. Es algo normal y con lo que he trabajado en numerosas ocasiones. Deportistas con marcas fantásticas en entrenamiento que, a la ‘hora de la verdad’, se desinflaban por el mero hecho de estar compitiendo. Sus marcas eran notablemente peores. ¿Por qué? ¿Es posible cambiar esa mentalidad? La respuesta es un rotundo, sí.
Entrenar siempre tiene un componente de seguridad más elevado que competir pues el entrenamiento suele desarrollarse en terreno o circunstancias más o menos conocidas (lo que no implica que sea fácil, al contrario), con elementos que decide el deportista y obstáculos que conoce o, de alguna manera, espera. Si ese entrenamiento no sale según lo que esperaba, puede volverlo a intentar. Ese entrenamiento no será determinante ni lo dejará fuera de unos JJOO o de una clasificación importante. Y aunque entrenar es un gran ejercicio de autoconocimiento, siempre será incompleto.
En primer lugar, debemos partir de una premisa: si quieres crecer sin límites deberás probarte en todos los contextos posibles y eso incluye la competición. Por ello, debes salir de la zona de confort o, de lo contrario, te quedarás estancado en los resultados. En las dificultades surgen los errores y las áreas de mejora. Es entonces cuando quedarás retratado y esa es la buena noticia. Porque con ese retrato podrás poner negro sobre blanco: ya saber dónde y por qué debes mejorar. En ese terreno nuevo y lleno de imprevistos, ruido y máxima exigencia podrás ver que no eres realmente perfecto y que hay mucho camino que recorrer para alcanzar una versión mejorada de sí mismo.
¿Es posible pasar de sufrir a disfrutar?
Sí, mediante un cambio de mentalidad y foco. Las personas que lo pasan realmente mal en una competición a menudo se fijan solo en el resultado. El hecho de tener que determinar en un momento único su valía como deportistas les tortura. Saben que solo hay una oportunidad para dar el máximo y esa cifra les impide ver más allá de lo que supone competir. Competir es más que conseguir un resultado, una posición, una victoria. Competir está por encima de eso y debe ser el motor que te ayude a seguir mejorando. El foco no debe estar en los dígitos sino en la mejora continua y en la posibilidad de seguir creciendo.
Si sufres los estragos de no sentirte a gusto compitiendo quizá sea por que estás poniendo excesiva atención en el resultado más que en el proceso de autoconocimiento que te lleva a conocerte y a crecer como deportista. Por ello, desde aquí te reto a que hagas ese cambio de mentalidad tan necesario para poder crecer sin límites. Para ello, deberás hacer un clic. Entender que cada competición es una oportunidad más de entrenar en nuevo contexto y eso es un atajo para la mejora, que es lo que finalmente buscamos. Recuerda, la victoria es puntual, la mejora es infinita.
¿Cómo pasar del sufrimiento a la motivación?
Lo más importante. Reenfoquemos lo que entiendes por objetivos y cómo sustituimos los resultados que esclavizan por objetivos que liberan. En este punto, la mentalidad es clave. Nuestras emociones cambian al enfocar nuestra mente hacia un objetivo y no hacia un resultado numérico. Los objetivos entusiasman, los resultados limitan.
Observa como cuando estás orientado a un objetivo, tu estado de ánimo cambia por completo: sientes la ilusión, las ganas, la pasión por conseguirlo y das lo mejor de ti para lograrlo. Si no lo consigues, habrás aprendido muchísimo en todo el proceso y estarás mucho más preparado para enfrentar nuevos retos, sean del tipo que sean. Sin embargo, cuando el foco solo está en el resultado se generan sentimientos de angustia y preocupación ante la posibilidad de no conseguirlo y esto lleva consigo una enorme presión. Tu decides.
Aquellas situaciones que no controlas al 100%, como una competición, pueden generar estrés, que es la antesala del bloqueo. Y el estrés mental, como ya hemos comentado en otras ocasiones, afecta a tu cuerpo físico y por tanto a tu rendimiento deportivo. Recuerda, tu cuerpo escucha todo lo que tu mente le dice. Si el estrés se apodera de tu mente, lo hará también de tu cuerpo. Toma el control de la competición.
Te leo aquí abajo mi querido Imparable.
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