Un hábito puede salvarnos o condenarnos según los efectos que éste tenga sobre nosotros. ¿Quieres cambiar un mal hábito por uno bueno?
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito»
Aristóteles.
La fuerza más poderosa que tenemos para cambiar algo se encuentra en un lugar muy particular: el hábito. La RAE lo define, entre otras acepciones, como el ‘modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas’. El hábito puede salvarnos o condenarnos, según su naturaleza, misión o efectos, y para eso solo hace falta una cosa: repetir.
Un mal hábito es más fuerte que una buena intención
Para poder eliminar un mal hábito no vale solo con querer y esperar sentados, sino que es necesario jugar con las mismas armas. Es decir, un mal hábito solo es destruido por un buen hábito. Es decir, por una acción que, repetida en el tiempo, ejerce un impacto positivo en nosotros. Hace falta voluntad y sacrificio, pero, sobre todo, hace falta repetirlo hasta que ya no cueste, hasta que la propia inercia convierta ‘madrugar’ en una necesidad, y no en un esfuerzo.
No es nada fácil, por eso hoy quiero compartir unos trucos muy sencillos para poder hacer más fácil lo difícil: eliminar un mal hábito.
1.- Determina tus malos hábitos
¿Sabías que más del 40% de lo que hacemos a lo largo del día es fruto de un hábito? Es el momento de analizar qué hábitos forman parte de tu agenda. Descubrirás que los hay que te sientan bien y los hay que no, aunque no te hayas percatado. Por ejemplo, ver el móvil antes de dormir o justo al levantarte. Piensa en la acción (ver el móvil) y en los efectos (acostarte más tarde o levantarte más tarde) y la recompensa (ninguna). Este ejercicio te ayudará a entender qué hábitos debes cambiar.
2.- Cambia el contexto
Si quieres dejar de fumar, no te rodees de fumadores. Parece una obviedad, pero es un consejo clave. Cuando intentamos cambiar un mal hábito, debemos romper con elementos comunes en ese hábito. Esa ruptura, ese cambio de paisaje, ayuda a la persona a alejarse un poco más de la tentación. A tener las cosas más difíciles.
3.- Automatiza
Para eliminar cualquier riesgo de dar al traste con tu nuevo buen hábito (por ejemplo, ir al gimnasio), programa exactamente qué días quieres ir y lo que harás. No dejes que la decisión de ir o no ir, o cuándo ir, para el último momento, pues las excusas surgirán y tu mente se las ingeniará para poner excusas y dudar de su conveniencia. Es lo que se llama fatiga de decisión y hay que evitarla facilitando la toma de decisiones con antelación. Acota y automatiza para que el azar y la tentación no tomen las riendas y las decisiones.
4.- Ten un plan de contingencia
¡Alarma! ¡Alarma! La voluntad está fallando… Hay riesgo de sucumbir de nuevo. ¿Qué hacer? Tener un plan de emergencia pensado para esos momentos en los que sientes la tentación de dar un paso atrás. En esos casos, lo que hacemos es buscar el ‘mal menor’. Si no podemos ir hacia delante, al menos no iremos hacia atrás. Por ejemplo: si llega el día en el que no has conseguido salir a correr 5 kilómetros, completa esa misma distancia yendo al trabajo o a comprar a pie, sin utilizar ningún medio de transporte. Ten siempre esa estrategia o plan B a mano. Al día siguiente, la sensación de no haberse alejado del camino será clave para seguir en el punto en que lo dejaste.
¿Una ayuda extra?
Crea tu propio ritual. Sí, sí, como Rafa Nadal. Esa retahíla de tics y gestos perfectamente ordenados no es una manía, sino una herramienta que puede meternos de lleno en nuestro objetivo. Los rituales nos sintonizan con nuestro centro, con la calma y el equilibrio. También con la acción que estamos a punto de realizar. Si quieres saber más sobre ellos, no te pierdas este podcast.
¡Te espero dentro, mi querido Imparable!
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